El pasado 15 de enero, la escritora catalana-mexicana Lolita Bosch impartió una charla muy interesante en nuestra Asociación. El tema que expuso trataba sobre la escritura terapéutica y cómo entablar una conversación con los hijos adolescentes. Acostumbrada a acompañar a víctimas de diferentes lugares del mundo (adolescentes víctimas de acoso, del narcotráfico, de la violencia…), en los talleres que imparte, Lolita Bosch proporciona herramientas literarias para que las personas sean capaces de entender lo que les ocurre. Las principales ideas que nos transmitió fueron las siguientes:
La escritura es una herramienta que, como otras artes, puede ayudarnos a comprender y expresar cómo estamos. Es muy difícil para todos, adultos, jóvenes y niños -incluso aunque no hayamos sufrido una experiencia traumática- saber cómo estamos. En el caso de los adolescentes, es especialmente complejo. Cuando a un adolescente le preguntamos cómo está, nos explica cómo se siente, porque no sabe cómo está. Los sentimientos van y vienen, no permanecen ya menudo no quieren decirnos lo que sienten, por ejemplo cuando sienten miedo no lo dicen porque no entienden que son sentimientos temporales y creen que permanecerán.
El adolescente de hoy en día vive en una sociedad en la que se encuentra ante tres problemas:
1. Por un lado, tiene una presión comercial muy fuerte. Esto les diferencia de la generación de sus padres que es la última que no sufrió esa presión.
2. En segundo lugar, se les ha convencido de que el futuro ya no existe, el planeta no va a durar, no tienen opciones de futuro y eso condiciona mucho su motivación y forma de actuar.
3. En tercer lugar, la pandemia de COVID les ha hecho replantear muchas situaciones.
Siempre intentamos ser lógicos y comprensivos con los adolescentes, y una forma de poder entrar en su mundo es a través del arte, porque con el arte pueden expresar lo que sienten.
La literatura es una técnica artística a través de la cual podemos enseñarles a entender cómo están.
Quien sabe contar lo que siente o lo que le pasa tiene una fortaleza sobre lo que no sabe contarlo.
Vivimos en una cultura en la que los adolescentes deben hacerse comprensibles a los adultos. A menudo, los adultos preguntamos a los adolescentes cosas distintas de las que realmente queremos saber. Y ellos lo detectan y esto dificulta la comunicación. A través de la literatura, se puede acceder a ella y romper la dificultad de hablar sobre uno mismo.
Debemos entender que cuando preguntamos a los adolescentes cómo están, no debe ser para calmarnos a nosotros mismos, para quitarnos nuestras preocupaciones o malestares, sino para saber realmente cómo están. Esto lo podemos hacer a través de la literatura.
Una forma de que la persona se puedan expresar es escribir sin pensar, dejar fluir la escritura libremente, sin parar. Lo que se conoce como escritura espontánea. La literatura nos ayuda a decir la verdad y tal y como verbalizó a una víctima del holocausto: “la expresión es lo contrario de la depresión”. La literatura no cura, pero hace que seamos más capaces de entendernos y entender el mundo.
Los objetivos de la literatura y de la comunicación con un adolescente son que pueda expresar:
1. ¿Qué ve?
2. ¿Qué siente?
3. ¿Qué está pasando?
4. ¿Cómo hace para que los demás lo entiendan?
Estos cuatro pasos sirven para que encuentre sentido a lo que está diciendo. Para un adolescente, escuchar o decir de repente es muy difícil. Por eso, si lo desgranamos poco a poco, grillo a grillo (el método mandarina), nos ayudará a entenderlos. Es siempre bueno que nos digan cómo están y es fundamental que desgranen los sentimientos. No hace falta que cada día nos digan cómo están, pero es importante que ellos lo sepan. Ésta es una manera de darles herramientas de gestión emocional.
Lo más importante de este proceso es la persona llegue a descubrir:
1. ¿Cómo he llegado hasta aquí?
2. ¿Qué es esto que me ocurre?
3. ¿Qué lo provoca?
Conversar genera vínculo, pero debemos vigilar de no sobrepreguntar a un adolescente. Si no hay cierta distancia, es imposible poder explaiarnos. La literatura, a través del relato, permite que el adolescente se haga suyo lo que le ocurre. Si les sobrepreguntamos es que no les escuchamos lo suficiente, y eso los adolescentes lo detectan. La literatura nos hace acercarnos al otro de modo que al final lo acabemos comprendiendo. Y esa escucha a través de la literatura es una escucha reparadora que crea un vínculo.
Decir cómo estamos y quiénes somos nos salva. Decir y hablar es sanador.
Nuestra generación debe encontrar un lugar de confluencia con el adolescente. Si ellos usan tecnología, no podemos pretender que no la utilicen, que vuelvan atrás. Nosotros debemos llegar a él y, si es necesario hacerlo a través de la tecnología, es perfectamente válido. Forma parte de la comunicación encontrar el espacio donde poder comunicarnos efectivamente.
Tenemos la sensación de que tener mucha información de nuestros adolescentes nos sirve para entenderlos, pero no es así. En realidad apenas nos sirve para nada. En realidad lo que queremos saber es cómo están y si necesitan ayuda. La finalidad última de la comunicación es la justicia. Y por eso es muy importante explicar a nuestros hijos también cómo estamos nosotros. Así podremos establecer un vínculo más estrecho con ellos.
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